Confesiones de una Novia: La Boda de Laia
El presente testimonio pretende demostrar que con pocos recursos pero bien gestionados, se puede organizar una boda bonita y en condiciones. La nuestra no fue un bodorrio por todo lo alto, con multitud de invitados, gastos desorbitados y meses de preparación. De hecho, fue todo lo contrario y sé que a muchos les pilló por sorpresa que nos casáramos (después de 10 años saliendo, 7 de eterna prometida y casi 5 viviendo juntos, ¿quién iba a imaginar que aún tendríamos ganas?)
En teoría no teníamos planeado celebrar nuestro enlace civil (debido a una surrealista historia burocrático-administrativa con el dichoso expediente matrimonial) pero al final, animados por nuestros familiares y amigos, nos liamos la manta a la cabeza y empezamos a organizarlo todo en 1 mes. Sí, contra todo pronóstico, ¡se puede! :-)
He de confesar que tampoco pensaba ir vestida de «novia-novia» ya que lo encontraba demasiado «tradicional». Pero al final… ¡toma ya! De «blanco roto» (blanco, vamos), aunque eso sí… ¡de CORTO!
La verdad es que estoy súper contenta por haberme atrevido a conjugar ambas cosas que creía, a priori, incompatibles: vestir de «novia» y «de corto». Creo que una cosa compensó la otra. Y sino, juzgad vosotras mismas y me decíis :-)
Aquí estoy yo con mi vintage look. De corto, con un vestido inspirado en Audrey’s «Funny face» wedding dress (salvando las distancias y con algunas modificaciones) pero en conjunto, muy 50: cuerpo sencillo y envarillado tipo corsé con escote cerrado redondo y falda baja de tul con copa de bailarina, aunque con menor volumen que el original, a la altura de la rodilla.
El toque personal que lo hacía «diferente»: el cinturón rojo con lacito a juego con el mismo en el velo corto que escondía un precioso recogido medio alto.
Otros detallitos rojos: pendientes de bola con brillantitos de Agatha, zapatos acharolados abiertos por detrás de Jorge Juan (Barcelona) y laca de uñas nº 40 deDeliplus XDD
Todos los que me vieron, empezando por mi padre, se quedaron impresionados. ¡¡No se lo esperaban!! Mi marido, cuando me vió entrar en el recibidor de los Juzgados, se emocionó y todo…
Yo sabía (por mi suegra) que él no iba con traje de novio al uso pero aún así, estaba muy guapo. Y juntos, hacíamos tan buena pareja… No íbamos disfrazados aunque yo me sentía como Cristina Hendricks sacada de Mad men.
Nos casó una jueza súper maja en los Jutjats de Pau de Castellar del Vallès (a los que estaré eternamente agradecida por habernos dado cita; todo lo contrario de mi ciudad natal, Sabadell…) y tras poco menos de 10-15 minutos ya habíamos cambiado de estado civil. ¡¡Estábamos oficialmente CASADOS!!
Felicitaciones, besos y fotos, muchas fotos, en las inmediaciones de los Juzgados que contaban con un precioso jardín compartido con el Ayuntamiento y que tomamos como marco fotográfico oficial para hacernos el reportaje con nuestros familiares y amigos (para respetar su derecho a la intimidad omito publicarlas).
Después mi padre tuvo la fantástica idea de llevarnos por un pedregoso camino hasta una escondida ermita del término municipal de Castellar, Les Arenes. Allí acudimos todos los asistentes, las féminas con tacones incluídos, en una procesión cual película neorealista italiana. El recorrido valió la pena, aunque como peaje me costó una autopista en mis recién estrenadas medias, porque el paraje natural era idílico y bucólico a más no poder… Mejor localización para nuestro álbum de boda, ¡imposible!
Una vez llegamos al restaurante Brisac de Sabadell dejamos que los asistentes fueran desfilando hasta la acogedora terraza interior donde iba a tener lugar la recepción. Acto seguido entramos nosotros y sonó la música instrumental de Henry Mancini que nosotros mismos habíamos elegido días antes (nunca imaginaréis de dónde sacamos el cd… ¡de la biblioteca!).
Después de haber roto el hielo con unos tímidos bailes «agarraos» y tras haber probado un refrescante cóctel de gin tonic con soda y lima, ya estaba todo dispuesto para dar paso a la siguiente fase: el banquete nupcial.
A partir de ahí empezó el despliegue de platos, muchos platos, que componían el menú que habíamos elegido para nuestros selectos invitados.
Y cuando ya no nos cabía nada más, sonó nuestra canción y apareció el pastel más bonito del mundo presidido por nuestros muñequitos de amigurumi que Ninotets by Gemma había ganchilleado para nosotros además de los recordatorios para los invitados.
Hubo alguna otra sorpresa más que emocionó a nuestras madres pero no me extenderé más; sólo resumiré que para nosotros fue realmente un día muy bonito y especial.
Agradezco a todos los que nos insistieron a que lo celebráramos, pese a mis reticencias iniciales, porque valió la pena. Y para muestra, nuestro nuevo status, no de casados, sino de felicidad.
Me encanta esta boda, es fugaz, autentica y hecha con amor, yo siempre digo que si uno quiere casarse se puede, si te adaptas a tu situación actual, y con imaginación todo es posible!!!!
PERFECTA! ENHORABUENA!
¡Muchas gracias, Lorena! Aquí la novia casada en persona te lo puede corroborar. Por supuesto que se puede organizar algo íntimo pero bonito con poco tiempo (y con pocos invitados, los mínimos pero más importantes) aunque hay que estar bastante/muy encima para investigar, comparar y… ¿por qué no? dejarse asesorar y ayudar por personas de confianza a fin de conseguir el mejor de los resultados.
El AMOR lo puede todo… Felicidades pareja!!!