¡Se acerca el día! Estoy a mes y medio de ver a Mr. E vestido de gran gala (¡ay, los uniformeeees!). De su traje no voy a deciros más, aunque tampoco podría aunque quisiera, ¡ya que no me lo deja ver hasta la boda! Dice que ese doble rasero que se aplica en las bodas no es justo: la novia puede saberlo todo, pero al novio se le ocultan detalles. ¿No creéis que tiene razón? A mí me parece que sí, ¡así que ni yo voy a ver su traje ni él mi vestido hasta el crítico momento! ¿Cómo nos quedaremos?
De lo que sí puedo hablaros un poco más es de lo que voy a llevar yo (aunque tampoco mucho, que dicen que hay que mantener el misterio), y de cómo fue el proceso de búsqueda. En mi caso, puede definirse en una sola palabra: HORROROSO.
Vivo en Valencia y aquí no tengo a nadie de mi familia y muy poquitos amigos, así que la búsqueda de vestido la empecé en soledad. Decidí comenzar a mirar por las tiendas de outlet, por aquello de intentar mitigar un poco el chorreo de dinero que implica una boda. En la primera que visité, me atendió una chica rusa que llevaba ya muchos años viviendo en España. A ella le encantaban los vestidos con muuuucho volumen y muuuuchos adornos y briiiillos y pedreríiiia…
¡Y a mí todo lo contrario! Yo buscaba algo sencillito y sin mucha parafernalia. No conseguimos entendernos y de aquella cita salí con la moral por los suelos. ¡Probarse vestidos de novia no era la experiencia maravillosa y divertida que Internet y Divinity me habían contado que era!
Las siguientes prospecciones ya las hice en Salamanca, acompañada por mi madre, mis hermanas y mi bff*. Cabría pensar que la cosa fue mejor (¡bueno, al menos me divertí un poco más porque no paramos de hacer payasadas en el probador!), pero el caso es que salí con la misma sensación de «esto va a ser imposible». Con todos los vestidos me veía rara, me parecía un merengue gigante, ¡qué horror! Y, para colmo, cuando a mí me gustaba un vestido, a las demás no. Y el que a las demás les gustaba, a mí me parecía espantoso. ¿Por qué, Señor, por qué?
De vuelta en Valencia, recorrí tres tiendas más y creí encontrar el definitivo, aunque creo que lo hice más por descarte, ¡estaba hasta el moño de probarme vestidos! Sin embargo, cuando me lo probé por segunda vez, ya no lo vi con los mismos ojos y lo descarté. ¡Qué desesperación!
Por fin me decidí por uno del que no puedo contaros mucho, sólo que es sencillito y elegante, ¡lo que yo quería! Espero que me quede como lo recuerdo, porque desde que me lo compré hasta que pueda hacerme la primera prueba ¡habrá pasado como medio año! En serio, disculpad mi ignorancia pero, ¿tanto tiempo lleva hacer un vestido que no es a medida? ¡Si hasta se construyen edificios más deprisa, hombreporfavor!
Y de los zapatos, mejor ni hablamos… ¡Si es que no sé andar con tacones y además me hacen pupita!
¿Por qué esta tiranía de la moda que dice que las mujeres van más elegantes caminando en las alturas? ¡Qué tortura! Como no quiero matarme de camino al altar, me he comprado lo más estable que he encontrado en el mundo del tacón: bajito y gordito, ¡a juego con la novia! XD
No me gustan nada, pero es lo que hay, ¡menos mal que el vestido es largo y no se verán mucho! Al fotógrafo ya le diré yo dulcemente que, de rodilla para abajo, no hay nada digno de inmortalizar.
El resto de cosas fueron más fáciles de encontrar: la ropa interior (¡qué bonita!) en una mercería de Valencia, la liga (regalo de mi bff*), las joyitas (sólo llevaré el anillo de pedida y unos pendientes muy bonitos que me presta mi madre) y el tocado hecho a mi gusto por la dulce Gloria (http://www.untrocitodegloria.com). Las medias son la asignatura pendiente, ya que aún me estoy debatiendo entre el color carne «quiero estar morena y no puedo» y el blanco «soy una enfermera de los años 50».
Sólo me queda una cosa que añadir como consejo a las que aún no habéis pasado por esto: ¡Ánimo! ¡Ni todo es tan bonito como lo pintan en la tele ni tan feo como os lo he pintado yo!
¡Hasta pronto!
*La lección de idiomas de hoy:
bff = best friend forever = bestie = mejor amiga 🙂